martes, 6 de octubre de 2015

Mi primera semana en Austria


¡Hola a todos! Grüß Gott!

Tras una ajetreada semana en la que he atravesado Austria de arriba abajo (así escrito suena mucho, pero son apenas 300 kilómetros), vuelvo a escribir para narrar, a grandes rasgos, cómo ha sido el inicio de mi etapa como auxiliar de conversación.


Como ya os conté en la anterior entrada, el pasado sábado, día 26, volé a Múnich y de ahí cogí un bus (Meinfernbus) a Salzburgo. Durante el fin de semana me quedé en la ciudad de Mozart haciendo un poco de turismo y dándome cuenta de que todo lo que he aprendido sobre pronunciación alemana, en Austria vale de bien poco. Al menos de primeras. 

Véase este señor siniestro.
La ciudad es muy bonita, aunque también pequeña, por lo menos el casco histórico que es dónde se centra la actividad turística (AKA sacar beneficio a todo lo que tenga la mínima relación con Mozart). Dejando a un lado esta sobreexplotación del músico, el centro de Salzburgo es una maravilla y el hecho de que esté situado entre dos montañas hace que haya unas vistas magníficas desde arriba. Pero bueno, sobre Salzburgo tendré que hacer otra entrada cuando vuelva a ir. 

En cuanto a la semanita de seminario en Altenmarkt...ha sido una pasada. Básicamente nos juntaron a todos los auxiliares de España, Italia y Francia en un hostal en un pueblo perdido en medio de las montañas para enseñarnos cómo debíamos llevar a cabo nuestra tarea como auxiliares de conversación y, sobre todo, para que nos conociéramos y nos hiciéramos amigos. 

Han sido 3 días de levantarse a las 06h30, comer a las 12h00 y cenar a las 18h00, pero he merecido muchísimo la pena (menos la comida del hostal). Nos han explicado todo el tema del papeleo, que no es poco, cómo llevar una clase de español, qué actividades usar, cómo funciona la educación en Austria, etc. Además, hemos conocido un poco más la cultura austríaca, ya sea viendo gente vestida de tirolés cortando troncos cantando canciones en dialecto ininteligible o subiendo a la montaña a ver las vacas. 

También fuimos al (parece que único) pub del pueblo donde nos miraban un poco tal que así.

La mejor parte del seminario fue, sin duda, la visita a un colegio para dar nuestra primera “clase”. Pero esto merece un párrafo aparte. 

Nos llevaron a un colegio de monjitas (dónde no había monjitas) para dar nuestra primera clase de 20 minutos por parejas o tríos. Se trataba de elegir un tema y exponerlo brevemente de manera que las chiquillas, de 15 años y con un A1 de español, entendieran algo y, si acaso, aprendieran. Entre los 30 que éramos elegimos dos temas generales: 

1- Familia, rutina y tiempo libre.
2- España e Hispanoamérica.

A mí me tocó presentar, junto con otro compañero, el segundo tema. En concreto, nos tocó hablar sobre España durante unos 15 minutos. Fácil, ¿no? Bueno, tened en cuenta que había que dar el máximo de información usando tiempos de presente, frases de sujeto + verbo + complemento y palabras que les pudieran sonar del año anterio. Todo esto sin saber el nivel de las niñas de antemano. Por ejemplo, no sabían decir "padre" ni "madre". Así que...tiramos de fotillos, obviamente. 

Las chiquillas se enteraron de lo justo, pero bueno, por lo menos creo que aprendieron dónde queda Mallorca y se lo pasaron más o menos bien. En general, todos aprendimos, tanto por errores o aciertos propios como viendo a los demás dando su clase. Porque, claro, la presión era doble: había 16 chicas y 15 auxiliares mirándote fijamente. Dicho sea de paso, ambos grupos pusimos La Gozadera para presentar los países hispanohablantes y el resultado fue 15 auxiliares cantando “Miami me lo confirmó” y 16 niñas en silencio hablando de sus cosas. 


Creo que fue una experiencia muy muy enriquecedora que nos ayudó a entender cuál debe ser nuestro papel como auxiliares de conversación. La creencia de que dar clase de español siendo nativos resulta muy sencillo está muy extendida, pero lo cierto es que enseñar tu propia lengua puede llegar a ser incluso más complicado que enseñar una aprendida. Hay que tener en cuenta el nivel de los estudiantes y, por tanto, sus limitaciones, para poder adaptar nuestro lenguaje y que puedan seguirnos, pero que a la vez aprendan y mejoren su capacidad de comprensión oral en español. Hay que saber vocalizar y hablar a un ritmo adecuado, pero sin descuidar el tono natural ni nuestro acento nativo, que es lo que se espera de un auxiliar. Que pa’ eso nos quieren, vaya. 

Y hasta aquí la entrada de hoy. Espero que os haya gustado. En la próxima hablaré sobre mis primeras clases en los institutos; adelanto que no han sido un desastre. 

¡Buenas noches y Happy Klagenfurt! 

PD: también estoy aprendiendo alemán, aunque no sé si es del bueno o un acento austríaco extraño. Dios dirá.