jueves, 4 de febrero de 2016

Schnee in Wien




Hacía ya mucho que no actualizaba, pero mejor hacerlo cuando uno se siente inspirado. Pensé en hacer una entrada sobre la vuelta a casa como cuando volví de Londres, pero...bah, si ya está aquí escrito. 

Ya han pasado casi 4 meses desde que llegué a Klagenfurt, con vacaciones de Navidad incluidas, por supuesto. ¡¡4 meses!! Pues se me ha pasado volando, la verdad. Ese es el tiempo que he tardado en visitar por primera, y no última vez, Viena.

Antes de contaros cómo fueron esos casi 4 días en la capital de Austria, voy a actualizar un poco el blog:

1- Clases particulares: he empezado a darle clases a un señor de 67 años. No es difícil conseguir clientes para clases particulares de español o italiano, la verdad.
2- Alemán: aprobé el curso de alemán que hice en noviembre y en febrero empiezo el de B2.2. ¡Por fin! 
3- Clases de español: he empezado a preparar a los alumnos de Europagymnasium para el concurso nacional de idiomas (pronto hablaré de educación y de estos concursos).
Vale, vamos con Viena. 

Como todos sabéis, y si no lo sabéis os lo digo yo, en el resto de Europa las capitales no suelen estar en el centro geográfico del país como ocurre en España, así que 4 horas en tren me separaban de allí.


A diferencia de mis viajes durante los últimos 4 años, esta vez cogí un tren a una hora decente, lo cual no es habitual para mí. Bueno, hay que darle las gracias a los Sparschiene. Estos billetes, como su nombre indica (Sparen es ahorrar) son ofertas que lanza la OBB dos meses antes de cada viaje. Muy muy recomendable. 19 eurillos si lo coges a tiempo.

Aunque hacer turismo podría ser una razón estupenda para visitar la imperial capital de Austria, el verdadero motivo era la II jornada de auxiliares lingüísticos españoles en Austria, es decir, la reunión de todos los asistentes que estamos aquí este año para compartir experiencias, intercambiar ideas y todas esas cosas que se dicen. 

El viaje comenzó el jueves 22, ya que sólo trabajo de lunes a miércoles, y acabó ese mismo domingo. Lo sé, tengo mucha suerte. ¡Haber estudiao’! Bueno, el caso, el viernes nos reunimos 25 de los 30 auxiliares que tenemos plaza este año, muchos más de los que yo esperaba encontrarme aquella mañana en el Instituto Cervantes teniendo en cuenta lo lejos que está Viena de regiones como Tirol o Vorarlberg (8 horas en tren). Aquí está publicada una breve reseña que hemos hecho Laura Sanz, amiga, profe de español y huésped durante 3 noches, y yo para la web del ministerio. 

 
Sinceramente, la mayoría de las charlas que recibimos fueron bastante aburridas. Lo más interesante fue escuchar a los demás auxiliares contando sus experiencias como profesores y la comida en la Embajada de España en Viena. 

Por fuera, la embajada es un edificio bastante normal con un policía nacional en la puerta, pero cuando entras te encuentras lo imaginable en este tipo de instituciones: alfombras rojas everywhere, cuadros de reyes muertos, fotos de los reyes de España y gente españ...NO. Aún no sé por qué, el camarero era austríaco y el cocinero y una de las mujeres del personal, de algún país de Latinoamérica. Con todos los respetos y sin menospreciar a nadie, ¿alguien se imagina ir a la Embajada de Inglaterra y que haya un camarero italiano y un cocinero de Australia? A mí me sorprendió. Por lo demás, diplomáticos muy diplomáticos bien trajeados y que no decían una palabra más alta que otra y pinchos de tortilla. 

Hombres trajeados
Por la noche, los que viven en Viena nos llevaron a cenar a una cervecería típica austríaca, 7 Sterne, donde me tomé una de las mejores cervezas de mi vida. Todo normal hasta que llegó la hora de pagar. ¿Propina? Por lo que he visto en estos 4 meses, lo normal es dejar el pico, es decir, que si la cena vale 10,60 a la hora de pagar dices 11 y el camarero te da las gracias. En esta cervecería yo diría que pagamos entre 14 y 18 euros por cabeza y algunos dejamos unos céntimos de propina. El pico, vaya. Sin embargo, a uno de nosotros el camarero le dijo “no me avergüences”, como diciendo que eso no era suficiente. Esto me hizo plantearme dos opciones: 
 
1 - El camarero era un imbécil.
2 - La gente en ese bar suele ser millonaria.
3 - En Viena, al ser la capital, las costumbres son diferentes. 

Yo me decanto por la primera, más que nada por la manera de responder de susodicho, pero seguiré investigando. 

Impressionismus
Al día siguiente fuimos de visita a la Albertina, uno de los museos de arte que hay en la ciudad. Gratis para nosotros, por supuesto. La visita estuvo bastante bien. Lo mejor, nuestra guía. Una chica austríaca que nos hizo un tour en español muy entretenido. 
 

Ya era casi hora de irnos del museo cuando empezó a nevar. Y nevó, y nevó, y nevó. Todo el santo día nevando. Para alguien de Elche, como soy yo mismo, la nieve es algo inusual. No estamos acostumbrados y nos pasa como a los niños pequeños: guerra de bolas de nieve, muñecos, ángeles en el suelo, caminar por las fuentes heladas, etc. Consecuencia: congelación absoluta. Aunque la verdad es que mereció la pena. Ahora bien, todo sea dicho, de Viena vi más bien poco y, lo poco que vi, estaba cubierto por un manto blanco. Precioso, sí, pero blanco. 

Lo dicho: niños pequeños.

El domingo, último día de mi breve estancia, lo dediqué a hacer turismo, pero esta vez sin los copos de nieve de por medio. 


El viaje concluyó con una casi accidentada vuelta en Blablacar. Hubo suerte, solo fueron 30 euros de multa. 

¡Hasta la próxima!